Así viví mi primer ascenso al Pico de Orizaba por la Cara Sur

Todo comenzó a las 3:00 am del día 23 de febrero de 2019

Sonó el despertador y me alisté para salir y tomar un camión AU con Mariana, rumbo a Veracruz. Al llegar al Puerto la Mamá de ella nos llevó en su auto hasta el punto de reunión y nos regaló miel para el camino.

 

Llegaron los demás integrantes del equipo y partimos hacia Atzitzintla, Puebla. Al llegar al valle del encuentro seguimos un poco más y bajamos nuestro equipo al albergue. Era un buen día, pero sentí rápidamente el cambio de temperatura. Cuando llegas al refugio, al fondo se observa el volcán Sierra Negra.

 

Nos instalamos como sardinas en una cama de madera larga, un lugar sinceramente acogedor para los que vamos de paso, en compañía de ratoncitos propios del lugar y que no dañan a nadie. Comimos (alimentos desperdiciados porque algunos los vomitaron después jajaja), reímos y hasta algunos bailaron para quitar el frío jaja.

 

Fue una noche muy larga, no me podía mover y a ratos dormía, despertaba seguido igual que los demás deseando la hora de levantarnos y partir. Llegaron las 2:30 am y Juan, nuestro guía, nos explicó algunas recomendaciones.

 

Comenzamos el ascenso por un terreno parecido al de otras montañas que hicimos en el entrenamiento, como el Sierra Negra o Iztaccíhuatl; entre piedras y veredas solo se miraban las luces de las linternas, a lo lejos más luces de otro grupo que subió antes. Seguimos caminando cerca de 3 horas y nuestro guía se regresó un poco para supervisar al grupo.

 

Caminamos un poco más. A unos -11° grados nos sentamos resguardándonos del frío tras una roca, usando las mantas térmicas que, por cierto, no calientan mucho. Y de repente wooaaaooo Mariana, Isaura y yo presenciamos el amanecer, no pude tomar foto porque no podía ni mover los dedos de las manos por la sensación de frío. Éste era tan intenso para mí que cuando hablaba no lograba completar las frases, mis pies nunca habían sentido tanto frío. Esos rayos de sol fueron benditos para calentarme.

 

Isaura y yo continuamos caminando poco a poco, nos sentábamos a esperar a los demás y nada; hasta que seguimos subiendo desde más alto los vimos sentados. Nos comenzamos a desanimar un poco porque dos compañeros, Abel y Luis ya iban muy adelantados y el resto seguía abajo. Aun así, decíamos: -un poco más-, y continuamos hasta llegar al arenal.  Fue allí donde ya no vimos a nadie de nuestro grupo.

 

 

La cima se veía tan cerca y a la vez más complicada que antes, la inclinación realmente me dio miedo, pensé en regresar, pero recordé cuando Juan el guía nos contaba que: “allí se desaniman muchos y la mente empieza a jugar”. Nos quedamos mirando Isaura y yo, pensando si continuábamos o bajábamos. Miré hacia abajo y vi que era mucho camino, en cambio la cima estaba más cerca. Le dije a Isaura:

 

Si ya estamos aquí y el reto se llama Reto Pico debemos continuar, hasta donde aguantemos, no habrá otra oportunidad así de cerca al menos en un buen tiempo, y no podemos rendirnos.

 

Un poco dudosas decidimos caminar, ya en medio del arenal fui consciente de la seriedad, el respeto y compromiso a una montaña. De repente escuché fuerte un grito que decía Rock! era una piedra como de 50 centímetros que pasó a muy poca distancia de la cara de Isaura, y que conforme avanzaba tomaba más velocidad. Miré la cara de ella y entre gestos supe que quería regresar igual que yo, pero le dije:

 

Ya no podemos, estamos muy lejos, no hay vuelta atrás, esa decisión debimos tomarla antes.

 

 

A resbalones, dolor de pantorrilla, miedo, nervios y todo seguimos esquivando más piedras pequeñas que resbalaban. Me sentí mejor cuando de repente vi a Luis, un compañero del reto que estaba sentado, él nos esperó y ya los tres juntos caminamos más confiados, sentí pánico subiendo el “pulpito” (una roca llamada así), debido a que traté de sostenerme y de repente se desprendió un pedazo de piedra que salió rodando. Continúe un poco más y en la cima miré a Abel que estaba esperando.

 

Fue impresionante la vista, lo alto que es allí, el viento frío por estar a -7 grados, los glaciares, el cráter y su inmensidad, la belleza y el vértigo del precipicio; ver llegar a más personas que subieron por el glaciar y que vienen desde otros países, es una imagen que grabé en la memoria y la guardaré siempre.

 

Ya los cuatro arriba nos tomamos fotos y descansamos muy orgullosos de lograrlo. Sin embargo, llegar a la cima no es lo más importante, con un cielo medio nublado, lo primordial era bajar.

 

 

Comenzamos el descenso los cuatro con otro grupo de montañistas que subieron, para mi sorpresa era el mismo camino que subimos; poco a poco y lento bajamos. Más adelante vi al guía, a Miguel, Jesús y René subiendo, el guía nos mostró el camino claramente y empezamos a descender.

 

Caminamos por un arenal larguísimo, no se veía el fin, a cada paso se nos enterraban los pies, pero hasta eso era reconfortante con la arena suave y nada hostil, ya que el mayor peligro había pasado antes. Isaura iba al frente y a lo lejos cuando la niebla nos dejaba se veía el refugio. Caminamos varias horas hasta que por fin llegamos sanas y salvas, con Poli y Mariana.

 

Una experiencia única, increíble y difícil de olvidar…  

 

Por Celina Peralta Nava

Montañista

 

 

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